martes, 5 de enero de 2016

El proceso de emerger

Pasar de “causa y efecto” a la gracia

Muchas de las religiones del mundo, cuando se interpretan desde una perspectiva literal, a veces enseñan que estamos a expensas del capricho de un Dios externo que nos premia o castiga por nuestros buenos o malos actos, como Santa Claus con su lista de niños obedientes o traviesos, o que simplemente actúa de maneras misteriosas que escapan a nuestra comprensión. Pero una interpretación más espiritual o mística de la enseñanza cristiana “como siembres, así cosecharás”, de las enseñanzas budistas sobre el karma, o de la ley metafísica de atracción sugiere que no existe un poder externo. Las semillas que sembramos en nuestro propio corazón y mente —la cualidad general de nuestra conciencia— es la que nos lleva a cosechar las recompensas o los castigos que experimentamos.
Esta es una verdad liberadora y un gran paso en la escala evolutiva, pero también puede ser una comprensión abrumadora. Si todas las cosas que hemos pensado, dicho y hecho en el pasado (o en vidas pasadas) están creando nuestro presente y, en último término, nuestro futuro, ¿no vamos a necesitar el resto de nuestra vida (o muchas más vidas) para deshacer el lío que hemos montado? Se han puesto en marcha muchas causas, ¿cómo podremos invertir todos sus efectos?
Por fortuna existe una ley más elevada: la Gracia. La Ley de Gracia dice que, independientemente de lo que haya ocurrido antes, sin importar lo que hayas puesto en marcha, cuando reconectas con la verdad de tu ser —la semilla perfecta que el mundo nunca ha tocado y que no puede destruir— la totalidad innata, la sabiduría y el poder que necesitas volverán a emerger. Desde esta conciencia, tu pasado no determina tu futuro. Ni tampoco tus errores pasados ni tus vidas pasadas. Las malas semillas que has sembrado son arrancadas, por muy profundamente enterradas que estén, y las buenas semillas que no has atendido enraízan y dan fruto. Bajo la Ley de Gracia, las cosas con las que luchas pierden su poder. Causa y efecto, el karma, e incluso la física newtoniana, que antes nos parecían leyes absolutas e inmutables, maestras de nuestra suerte, se ponen al servicio de tu destino.
La naturaleza relativa de causa y efecto ha sido investigada a través de fenómenos como el entrelazamiento cuántico —un fenómeno por el cual, una vez que dos o más objetos están vinculados, permanecen conectados y responden uno a otro aunque estén separados por grandes distancias— y la sanación no local, que mediante estudios muy rigurosos estudia el poder de la oración para curar a distancia.
Estos y otros descubrimientos están empezando a revelar que en lugar de vivir en un mundo material lineal que reacciona en una secuencia lógica de causa y efecto (como la que nos presenta la tercera ley del movimiento de Newton, que dice que por cada acción hay una reacción igual y opuesta), existimos en un campo unificado indivisible, del que surge la totalidad de la creación. A nivel superficial, las cosas parecen separadas y sólidas —y a este nivel relativo parece haber causa y efecto—, pero, a medida que entramos más a fondo, descubrimos que, de hecho, el mundo “sólido” está compuesto enteramente de energía invisible e información. El átomo, del que antes se creía que era el ladrillo básico de toda la realidad material, es espacio vacío en un 99,9 por ciento.
En este nivel más profundo, la realidad no opera tal como lo hace en el nivel material más denso. Las cosas no son lineales ni están limitadas por el espacio y el tiempo. Esta inteligencia subyacente parece estar simultáneamente en todas partes (omnipresente), tener un conocimiento de todo (omnisciente), y es el único poder que existe (omnipotente). En resumen, se la podría describir como una inteligencia omni-activa con un poder organizador infinito dentro de un campo de potencialidad ilimitada. Y así es como muchos místicos, profetas y —en cierta medida— las religiones han descrito a Dios, y cómo muchos científicos de vanguardia describen la conciencia. En lugar de haber interactividad entre todas las cosas —que es la base de causa y efecto— lo que hay es omni-actividad. Una acción. En el nivel más profundo, algo emerge —una idea infinita se despliega— y a medida que entra en el espacio y en el tiempo parece como que ciertas cosas interactúan, y estas a su vez hacen que ocurran otras cosas, pero esto es un truco de los sentidos.
Aquí volvemos a nuestra idea central: dentro de la semilla que eres —y también en la semilla que es la totalidad del mundo— hay un diseño que tiende a su realización y plenitud. Las cosas no se están desplegando por casualidad. Tú no estás a merced de otras causas. Las cosas no te están ocurriendo a ti; están ocurriendo a través de ti. Hay un orden o patrón subyacente que ya es perfecto y está tratando de emerger desde el interior de tu alma, y solo está esperando a que se den las condiciones adecuadas. Y todo está conspirando para crear esas condiciones, independientemente de por dónde hayas pasado o de dónde estés ahora. Como dijo Ralph Waldo Emerson, “Los dados de Dios siempre están cargados”. Todo el universo está amañado a tu favor.
Y aquí es donde entra la Gracia.
La Gracia es la comprensión de que, independientemente de lo que aparezca en la superficie de la vida, sin importar lo que haya pasado antes o lo que parezca haberse perdido, cuando vuelves a conectar con el patrón de la semilla perfecta, esta vuelve a emerger de nuevo fresca, vital, rebosante de nuevas posibilidades. Mientras que las reglas del karma dicen que estás destinado a vivir los efectos de tus causas previas, la Gracia te dice que en un “Instante Santo”11 tu vida puede ser nueva, y “aunque tus pecados sean rojos como escarlata, serán tan blancos como la nieve” (Isaías 1:18).
Además, mientras que el pensamiento tradicional suele indicar que los efectos que experimentas están limitados por las causas que puedes poner en marcha personalmente a nivel humano —generalmente determinadas por condiciones externas que parecen estar fuera de tu control—, cuando te alineas con el patrón perfecto que está tratando de surgir de dentro, no solo te lleva a la acción correcta, sino que si es necesario mueve todo tu mundo para revelar tu propósito mayor. Como demuestra mi ejemplo sobre el pago del alquiler, mi aparente falta de soluciones humanas no importó. En el momento en el que conecté con este Yo superior, movió personas y sucesos que estaban más allá de los límites de mi esfera personal de influencia y me dio exactamente lo que necesitaba. Un famoso pasaje del Antiguo Testamento resume esta todopoderosa Emergencia de la Gracia: “Todo valle sea elevado, y bajado todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso, y lo abrupto, ancho valle” (Isaías 40:4).
Cuando consideramos cómo funciona la Gracia, llegamos a una conclusión inevitable: si podemos afectar a este campo unificado con nuestra conciencia, y este campo es omnipresente e indivisible, entonces nosotros debemos ser él, y él debe ser nosotros. No puede haber un yo separado —no puede haber relación sujeto/objeto— en la omnipresencia. Aquí, el significado esotérico más profundo que está detrás de dos declaraciones bíblicas poco comprendidas se revela a sí mismo: “El Reino de los Cielos está dentro de ti” (Lucas 17:20-21) y “Tú eres la Luz del mundo” (Mateo 5:14). O, si nos referimos a la filosofía hindú, nuestro verdadero ser (Atman) es idéntico al ser trascendente (Brahman).
En otras palabras, tú eres este algo infinito omnipresente que se está desplegando eternamente. No el tú humano —que nació, tiene una historia y finalmente volverá al polvo— sino el verdadero tú, el verdadero Ser que siempre está emergiendo. Esta es la verdad última iluminada por todas las grandes religiones, los maestros espirituales, y, en muchos sentidos, por las leyes del mundo físico en el que vivimos, pero que a menudo ha sido oscurecida —incluso con buenas intenciones— por una interpretación excesivamente literal y materialista de las antiguas enseñanzas.
Con esta comprensión de tu verdadero Ser y del poder de la Gracia, ya no estás obligado por los poderes externos o la autoridad; ya no eres un prisionero de las experiencias pasadas ni de las condiciones actuales. Combinado con la comprensión de que tú no eres una persona física limitada, sino parte de la trama mayor de la existencia —como una ola del mar que nunca está separada— ahora estás equipado con una nueva y valiente imagen de cómo funciona la realidad. Puedes soltar la lucha por mejorarte a ti mismo, la lucha de la manifestación y de la atracción. Puedes entregarte a esta sensación más profunda de armonía y orden, y empezar a activar conscientemente la Ley de Emergencia de maneras poderosas y transformadoras.



El proceso de emerger,
Derek Rydall, próxima publicación de EGDM ediciones